lunes, 22 de diciembre de 2008

El cuento que no fue. Parte III


Te busco, pero no te encuentro. Estás ahí, pero no te veo.
Sé que te me escapas entre los dedos, y la rabia me inunde al no poder evitar tu partida, ¿cómo retornarte a tu estado original? ¿a esa niña de los ojos de raso que solía alegrar mis tardes con su suave sonrisa? ¿a esa mujer que seducía sin pretenderlo? ¿a esa persona capaz de ignorar mis defectos y valorar mis virtudes?

Te dañé, te herí, te maltraté con mi verborrea incesante y fastidiosa, que sólo pretendía empequeñecerte hasta la más mínima expresión, y para mi mala fortuna... lo logré.

Logré mi cometido con tanta precisión que sólo se asimila a la de un cirujano con su bisturí. Apunté una estaca directo en tu corazón y luego, de un sólo golpe, la enterré hasta el fondo, sin pensar que más adelante me arrepentiría de mis pecados, y trataría de devolverte la sangre derramada.

- Escápate conmigo.

Te propuse una vez, mas me miraste y me sonreíste en silencio, como si estuviera bromeando.

- Hablo en serio.

Insistí, y aunque ahora, entendías la implicancia de las palabras pronunciadas, las desestimaste con un movimiento de manos, y continuaste tu camino hasta perderte en el horizonte, sin siquiera despedirte ni regalarme una última mirada.

Frustrado, cambié de estrategia, tenía que recuperarte a cualquier costo... sin embargo, nada daba resultado.
Te declaré mi irrestricto amor mil veces, pero parecías sorda a mis confesiones.

Indirectamente te pedí disculpas otras mil, pero te hacías la estúpida a propósito.

Y yo me deshacía ante tu indiferencia. Sin quererlo, sin desearlo, sin proponértelo, me estabas asesinando lentamente con ella. Te estabas vengando con ella...

Las manos me picaban por tener la posibilidad de tocarte, pero sólo eran eso, posibilidades insulsas, carentes de una verdadera potencialidad.

Así que me volví un débil a tu lado, y te seguía como una sombra, mientras te observaba actuar con una naturalidad prefabricada... ya que estabas rota por dentro, y yo era el único que lo sabía, pues era el único culpable.

- Escápate conmigo.

Volví a ofrecerte desesperado después de unas semanas, tentado de llevarte a la fuerza. Vi como tus ojos volvían a enfocarse realmente en mí, y me mirabas después de mucho tiempo de solo aparentarlo. Te remojaste los labios, y me soltaste dos palabras que aún se repiten en mi cabeza.
- Estás loco.

Y me diste la espalda para luego agregar.

- Deja de ofrecerme cosas, pues sabes a la perfección que no las aceptaré. Deja de perseguirme, que ya no quiero verte más. ¿no lo entiendes? nuestra oportunidad pasó en el minuto que me escribiste esa carta, y el único culpable eres tú... ¿acaso nunca te diste cuenta que yo pensaba darme una oportunidad para quererte? pero eso ya es parte del pasado, y ahora me doy cuenta que estoy incapacitada mentalmente para hacerlo, todo gracias a ti. Felicitate.

Y te marchaste. Me dejaste en aquella esquina, impávido, dolido, muerto. Sin poder respirar ni razonar. Todo perdió el sentido, la música y los libros. El color se convirtió en blanco - negro, y el cielo se volvió gris.

Vi como tu silueta se esfumaba y se perdía entre los transehúntes, mientras mis pasos avanzaban sin destino, al sentido opuesto.

Esa tarde, eché toda mi ropa a la maleta y salí raudo al aeropuerto... Tenía que escapar de esa mirada cargada de odio. Tenía que escapar de esas palabras teñidas de resentimiento. Tenía que tratar de comenzar de nuevo, y olvidarte, porque estaba seguro que tú lo harías sin contemplaciones.

Porque arrancarías la página del libro que era tu vida y en la cual me encontraba. La tirarías por ahí, en el baúl de tus recuerdos obsoletos, junto con la página dedicada a tu infancia... junto a la las líneas dedicadas a tu padre...

Como decía Carlos Dummond, "el olvido puede ser la forma más refinada de la venganza". Y en eso, tú eras toda una artísta.
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3 comentarios:

Alex | 28 de diciembre de 2008, 6:54

triste

Lady E | 29 de diciembre de 2008, 10:42

Se me hace conocida la historia...

Artista, das miedo xD!

Te quiero!

Ember.

Mad Aristocrat | 29 de diciembre de 2008, 17:44

¡Cómo que doy miedo, embrión insolente!

¿o no me estás hablando a mi? ya me confundí... demoniación.

Besos, te quiero con mayo.
Mad