domingo, 1 de junio de 2008

Capítulo I parte B: Día de furia.


!Les dejo la parte b del primer capítulo!, recuerden que no está editado ni nada por el estilo, es sólo el esqueleto. Lo escribí hace tiempo, antes de comenzar con los fics. Espero que les guste... y si no, es lo que hay xD.

--------------------------------------------------------------------

En el sueño ella vestía de blanco y un fuerte viento despeinaba sus cabellos, que tenían una extensión bastante considerable y un color muy oscuro, no teniendo relación alguna con la realidad. En su mano llevaba una espada delgada y alargada, con pequeñas incrustaciones de brillantes alrededor de la empuñadura, de la cual emergía el rostro de un animal que no pudo reconocer; lo que si pudo apreciar fueron los símbolos tallados en el filo del arma y la existencia de un abismo inconmensurable frente a ella...

Su pie derecho se movía lentamente hacia adelante, como si pretendiera apoyarse en el vacío sin caer. Sin embargo, cuando iba a avanzar, una voz ininteligible la llamó, y antes de poder voltear para ver el rostro del dueño de la misma, despertó.

Con mucha pereza en el cuerpo dirigió los pasos a su hogar, pasándose compulsivamente la mano derecha por su cabello, desde su frente hasta rodear toda su cabeza. Todo parecía irreal camino a casa, pero no le daba tristeza, lo que le preocupaba era el hecho de que, precisamente, nada le preocupaba en lo absoluto... solo tenía un sentimiento permanente de paz e incertidumbre. Era como si sus neuronas estuviesen acalambradas o en un apagón mental hasta nuevo aviso.

Entró a su amado – y enorme - departamento, su guarida, donde los muebles e incluso la cuchillería tenían un toque elegante y a la vez original, que siempre ganaba aplausos para su dueña en las escasas cenas de “amistades y compañeros” que ella brindaba. A decir verdad, su esfuerzo en la decoración y vestuario era otra forma de esquivar la realidad, que a ojos de terceros, puede sonar conveniente pero para ella era angustiante.


Trabajar para seguir trabajando. Vivir para trabajar. Morir trabajando.

- Hola Totoreto - saludó al golden retriever cachorrito que se acercaba con rapidez y que respondió moviendo ágilmente la cola. - Hola Sócrates, Nietzsche – dijo mientras se acercaba a su iluminada pecera, en la cual, solo habitaban dos goldfish regordetes, a los cuales les costaba un montón mover las aletas para trasladarse debido a su evidente sobrepeso.

Blanca tenía la costumbre de ponerle un nombre a todo lo que la rodeaba, tanto seres vivos como objetos. Hasta el disco duro de su portátil tenía nombre, y era su adoración.

Pasó derecho a su habitación para ponerse su pijama de polar, ya no soportaba su ropa... Sentía que la asfixiaba, y que de alguna extraña forma, la ropa la llevaba a ella y no al revés. Luego, con sus pantuflas con forma de gato siamés dirigió sus pasos a la cocina para preparar algo; su estómago lo pedía a gritos y no lo iba a dejar con las ganas.
Siempre supo que su mejor amigo y la solución a todas los problemas era un buen plato de comida y ya no podría quitarse dicha costumbre. Comía por pena, por aburrimiento, por angustia, por estrés y de felicidad. Comía por comer y no le molestaba en lo absoluto mientras kamizama - o quien sea - tenga la bondad de proporcionarle un metabolismo excesivamente rápido, como lo tenía actualmente.

Luego, entremedio de todas esas cavilaciones acerca de que el vicio por la comida era el menos rancio de todos – mientras no te convirtieras en un obeso mórbido- se dio cuenta que Totoreto insistía en morder sus pantuflas gatunas. Una sonrisa se formó en su rostro por la inocencia de su cachorrito. Lástima que cuando dejara de serlo tendría que encontrarle un nuevo hogar; en el edificio no aceptaban mascotas de ese tipo y ella se había pasado tales reglas por el arco del triunfo, pero no podría hacerlo cuando él creciera. Se agachó a su altura y lo acarició lentamente, desde la cabeza hasta su estómago, ante lo cual Totoreto movía enérgicamente su colita.
Decidió que había mucho silencio en el lugar, y eso no le agradaba. El silencio la hacía pensar, el pensar la hacía alucinar y la alucinación terminaba haciéndola sentir miserable, así que prendió el equipo y puso play al cd que estaba adentro. La voz de Bjork inundó su departamento mientras ella tomaba una manta desde su habitación y se acurrucaba en el sillón del living. No sabía porqué tenía una predilección con los sillones, al parecer, la ausencia de espacio en ellos la hacía sentir abrigada, cobijada, acompañada.
Sus ojos comenzaron a cerrarse lentamente y ella no pudo oponer mucha resistencia, tampoco quiso. Tenía un cansancio acumulado hace años, ya que nunca fue capaz de darse un respiro, jamás, aún en vacaciones su mente estaba ocupada siempre en algo, al parecer, su naturaleza era autoflagelante y masoquista.
Cuando se sumió en un profundo sueño, la oscuridad inundó sus pensamientos, y una tenue luz blanca comenzó a emerger desde un punto alejado. Dicha luz comenzó a crecer hasta que fue del porte de una pelota de tenis y de ella nació una rama seca de otoño.
Más ramas surgieron, atestando el lugar y algunas de ellas empezaron a enterrarse en su cuerpo. Sentía como la madera invadía su espalda, brazos y piernas. Cuando el dolor era insufrible y calaba cada uno de sus huesos, escuchó una voz familiar. Sin reconocerla y sin entender sus palabras supo que gracias a ella las ramas perezosamente empezaron a desaparecer por la misma luz, que ya no era blanca sino gris. Quiso ver la figura de quien la había salvado, más nada se encontraba en dicho sitio, solo ella y la oscuridad.
Percibió otro sonido familiar, y sintió como sus párpados comenzaban a reaccionar....
Ring ring....ring ring.....ring ring.....ring ring.......ring ring...

1 comentarios:

Raul | 2 de junio de 2008, 22:38

pensamos lo mismo de los sillones