viernes, 25 de abril de 2008

Desafío PPC: Efusividad Gryffindoriana (Ginny / Oliver)


Sus ojos chocolates paseaban por la vitrina, atentos a la nueva mercadería que lucía su tienda de deportes favorita.
Hace una semana que estaba tentada de gastar todos sus ahorros de muchos años de privaciones, para comprar esa brillante escoba que adornaba el gran ventanal de la enorme tienda en Diagon Alley.
Sus galeones se golpeaban en su bolsillo haciendo el preciado llamado a ser invertidos, y ella los escuchaba indecisa ¿Y si después necesitaba aquel dinero para otra cosa?
- La Nimbus 3000, ¿hermosa, no?- le preguntó una voz ronca a su lado, una voz que ella ya había escuchado con anterioridad.
Ginny observó nerviosa hacia su derecha y sus mejillas se invadieron de un tono magenta, mimetizándose con su lacio cabello que parecía una llama de fuego enmarcando su jovial rostro.
- Sí…- murmuró, sonriendo ante el atractivo joven que le había hablado y sintiendo como su estómago se anudaba por su cercanía.
- Vuelas bien, y en ella- indicó la escoba- volarías aún mejor-.
La muchacha volteó su rostro con una sonrisa orgullosa en sus labios y se atrevió a mirarlo a la cara, aunque ello significara que podría estallar de vergüenza en cualquier momento.
- ¿En serio lo crees?- preguntó dubitativa, muy atenta a lo que él le pudiera responder.
Él sonrió ante la pregunta y dejó que sus ojos oscuros escrutaran el rostro de la pequeña Weasley, que había cambiado mucho desde que él había dejado Hogwarts, hace un buen par de años atrás.
- Absolutamente-.
Ginny sonrió ante la respuesta y en su espontánea emoción abrazó al muchacho a su lado, tal como cualquier Gryffindor haría para agradecer tan buen cumplido.
Pero pronto se dio cuenta de lo intempestiva que fue su reacción y sonrosada hasta parecer un globo rojo que se elevaba por los aires, se alejó unos pasos de él hasta quedar justo frente a la puerta.
- Gracias… la compraré- le avisó sin atreverse a mirarlo nuevamente, y girándose torpemente entró a la tienda.

¡Qué buena inversión!, pensaba, mientras volaba por los aires con su rostro golpeado por el viento y su cabello ondeando libremente hacia atrás.
Le había bastado que él le dijera lo bien que volaba para que ahora no se quisiera bajar nunca más de su escoba, aunque su madre la llamara molesta a cenar.
Pero Molly Weasley podía ser muy insistente- y aterradora también- así fue que salió hacia el patio y con todo lo que sus pulmones le daban, gritó:
- ¡Ginevra Weasley, baja inmediatamente!-.
Ginny escuchó clara la orden de su madre y sabiendo que no había nada más que ella pudiera hacer, descendió hasta el suelo, caminando cansada y hambrienta hacia el interior de la Madriguera.
La cocina estaba vacía, pues su madre había desaparecido hacia el recibidor. Y Ginny con el apetito voraz que significaba haber estado toda la tarde volando, se sentó junto a la mesa y se dispuso a tragar esa sopa humeante que había en su puesto.
Cuando ya iba por el segundo plato- que robó del puesto de Ron a su lado- escuchó como su madre parloteaba con alguien rumbo a la cocina.
- Si esta niñita parece niño ¡todo el día en la escoba!- se quejaba, diciéndolo lo suficientemente alto para asegurarse que su hija la escuchara- deberías verla, toda embarrada y ni siquiera se lavó las manos para ir a comer, es igual a los gemelos-.
- ¡Oye!- exclamó George, apareciendo para dirigirse a la mesa- nosotros si nos lavamos las manos-.
- Sí, mamá- lo apoyó Fred, sentándose en su puesto- ni te cuento qué pasaría si mezcláramos los restos de nuestros experimentos con tu comida-.
Ginny los observó a ambos y sonrió, con un perejil muy verde asomándose en uno de sus dientes.
- Señora Weasley yo creo que la debería dejar ser…- opinó entonces una voz que se le hizo muy conocida y sus ojos chocolate se abrieron como ojos de sapo cuando lo vio.
Él le sonrió al verla tan impactada y ella no pudo evitar sonrojarse ante su aparición. Lo que le faltaba era que su madre hablara de ella así frente a un chico tan increíble como él, un chico al cual había abrazado de la nada en medio de la calle.
Molly no se percató de ese intercambio de miradas y se acercó a su hija con sus manos en las caderas.
- Ginny, saluda a Oliver por favor- le dijo con su ceño fruncido, sin dejar de lado su alto tono de voz - ¡y come como señorita!, que tienes una rama de perejil en medio de tus dientes…-
La muchacha se puso como un tomate de un momento a otro y cerró su boca de inmediato, presa de todo el abochornamiento que la apresó. Levantó su mirada tímida frente al muchacho y rogó suplicante que él no se riera de ella.
- No se preocupe, Señora Weasley- dijo él en un tono conciliador- con Ginny nos vimos esta mañana- aclaró- ahí me saludó… muy efusivamente-.
Y ante el rostro de asombro de los presentes sonrió, con esa encantadora sonrisa que a Ginny le pareció absolutamente perfecta.

Ember.

O.o!

1 comentarios:

Nana707 | 25 de abril de 2008, 19:05

Oh Margot
Quien fuera... Ginny...
Un macho asi de top hablándote tan galantemente...
ya me derreti..
te quedo de lujo
Nos vemos!